“la originalidad consiste en volver al origen” –Antoni Gaudí.
Sería hermoso poder empezar un proyecto de diseño e interrumpirlo antes de ser terminado. Interrumpirlo en la parte en la que el creador está esculpiendo la forma y buscándose a sí mismo en los intrincados rincones del volumen y las superficies. Cuando se deleita más en el fondo del producto que en el mismo objeto, creando del boceto una obra plástica dramática, comunicativa, expresiva más que el propio objeto de representación.
Una de las discusiones típicas en mis cursos de diseño industrial en México, era la ubicación de la disciplina en el ámbito profesional, considerando la fuerte carga de ingeniería y arte que hay en la profesión.
Definir los límites de ambos quehaceres (ingeniería y arte), es en cierto modo, como las disciplinas mismas. Para una, hay claras fronteras y para el otro son vagas, inciertas.
Como la profesión del ingeniero, existen de alguna manera parámetros medibles para definir su campo de acción, y para él es claro lo que está dentro de su campo de aplicación y lo que es tarea de otros expertos.
Hablar de arte, en cambio, implica entrar en terrenos difusos y profundizar en cuestiones filosóficas e históricas que en mucho, dependen de interpretación personal, de sensibilidad, como el arte mismo.
El hecho de estar en una posición central, en ocasiones poco definida, da mucha libertad al diseño industrial y hace que su campo de actividad sea flexible. De alguna manera, mi acercamiento al diseño ha sido siempre desde el lado artístico. Quizá por razones personales, egoístas, en las que he buscado en el diseño, un medio de expresión plástica de mis gustos y de mis impulsos creativos imposibles de detener.
Creo, que en la medida en que el diseño sea ejecutado desde una perspectiva artística, tiene mayores posibilidades de permanencia cultural y de penetración en las emociones de las personas. En esta medida, el diseño será mejor apreciado y a pesar de la velocidad de su producción y renovación en los países industrializados, será más interesante y complejo su entendimiento. Quizá más elevado su nivel de apreciación, porque como explico a continuación, será un conjunto de relaciones casi de persona a persona. Diálogos.
En el proceso puramente creativo, tanto para el diseñador industrial como para todo artista plástico, existe un momento en la ejecución, en donde se produce un resultado plástico que expresa explícitamente la carga emocional interna del creador. Un momento en el que, en el caso del diseñador, se deja de lado todo compromiso funcional, y se requiere únicamente a la exquisita extracción de formas, líneas, superficies o simplemente elementos visuales que signifiquen una aportación plástica. Se viaja al origen propio.
En ocasiones ese momento de generación puramente creativa, produce resultados nuevos. Nuevos relativamente, cuando cuya novedad es simplemente apreciada por el creador; y nuevos absolutamente, cuando el resultado no existía de manos de algún otro creador previamente.
Ese momento, en el que el creador deleita únicamente sus sentidos, cuando el que lo hace lo hace para sí mismo. Es en donde, a mi juicio, se produce un momento de creación artística. Cuando se buscan las emociones, los efectos individuales y casi exclusivos de la persona, es cuando yo veo un momento de arte.
Quizá me doy cuenta ahora, de que el arte es un método de exploración individual, como se ha dicho ya, pero para satisfacer intereses personales del creativo. Un mecanismo egoísta, en el que el creador emprende un viaje a su interior y encuentra dilemas que sólo puede entender y responder él mismo. Pero se entiende y observa cuando esta búsqueda es expresada, mediante métodos, mediante praxis, mediante la reiterativa actividad de producir formas, expresar.
“la única forma de tener una buena idea, es tener muchas ideas” -Linus Pauling.
Al menos, cuando yo siento tener esa exploración hacia mi ser, cuando trato de satisfacer, no lo que colegas comentan de mi obra, sino el gusto de mis propios ojos; es cuando siento encontrar el concepto visual, el balance formal que estaba buscando.
A veces, es simplemente buscar que el boceto inicial cumpla con ciertos requerimientos prácticos, pero existe un momento (para el cual podría casi hacer una gráfica y puntualizarlo), donde pierdo el interés de esos requerimientos pragmáticos (o quizá los absorbo e inconscientemente los doy por entendidos) y comienzo a darme gusto, a satisfacer mis sentidos, mi apreciación. Un momento en el que la obra que estoy creando me toma, y me lleva con ella. Un momento en el que incluso la mano sabe ya a dónde moverse, en el que más rápido dejo que el papel se llene de líneas, que sólo la intuición y la necesidad de satisfacer a mis propios ojos me dirige.
Busco que la tinta se absorba en el papel, que el papel se llene de manchas, manchas en las que se genere una textura y en cuya textura pueda perderme con profundidad. Manchas que no digan claramente nada, como renglones que solo parafraseen. Manchas que me vayan llevando a encontrar balances, actitudes, dramas, tensiones. Manchas que me van llevando a la búsqueda profunda de eso que me gusta nada más a mí, y que sólo necesito que me guste a mi, manchas que no me dicen a dónde ir y generan como un laberinto en el que lo único indispensable es no quedarme atrapado, seguir generando ideas.
Genero trazos, colores, que van balanceando el formato. Papel. Líneas que me dicen cómo caricaturizar el objeto, cómo exagerarlo y encontrar su persona, su actitud, su expresión. Esas líneas que no están bien definidas y que sólo viéndolas desde diferentes distancias, llenado espacios vacíos, van diciéndome por dónde buscar. Y trato nuevamente de poner una idea en el papel, pero a veces solo dibujo sin pensarlo, siguiendo mi mano, siguiendo lo que la pluma me va diciendo, llenado, como dije, espacios que requieran llenarse de tinta. Pero otros se quedan vacíos. Es erótico.
Quizá es una recomendación demasiado egoísta, como a mi juicio todo el arte genuino lo es, decir que en la medida que un creador busque satisfacer su propio gusto, va a producir un resultado que tenga un valor apreciable por otros. Y puede oírse un tanto absurdo, que al tratar de satisfacer intereses personales, se logre un producto que encante la apreciación de terceros, pero esto me lleva a otra de las discusiones de mis cursos de diseño: la definición de estética como una relación entre creador-objeto-espectador.
En primer lugar, cuando se crea un resultado que busque satisfacer los intereses del creativo, se va a exteriorizar toda la víscera del artista. Se expresa todo lo que él está buscando en sí mismo. Se mide su gusto, su nivel de búsqueda interna con influencia cultural externa y su capacidad de ejecución. Se mide su cultura, lo que lleva dentro.
En segundo lugar, si la obra goza de una capacidad de ejecución excelente (es decir, cuando el artista plasma exactamente lo que quiere, sin limitaciones técnicas o de habilidad), se logrará que al ser apreciado por un espectador, el objeto establezca una relación de comunicación con él, a la que llamamos estética.
Si el objeto es percibido por el espectador como bello, entonces la relación establecida es positiva, e implica que el observador entienda los motivos de generación o el mensaje que el creador mandó al desarrollar la obra.
Si el objeto es percibido como no bello, entonces la relación creador-objeto-observador, es negativa e implica el fallo del entendimiento entre los tres integrantes del dilema estético.
En mi opinión, cuando la pieza ejecutada viene desde lo profundo de creador, trae consigo una carga emocional, cultural, impregnada de muchas influencias que el creativo absorbe diariamente, y lo más importante: influencias que filtra. El creativo selecciona las influencias culturales que recibe y a la hora de producir las ordena de cierta manera en la que son percibidas e interpretadas por los observadores en distintos niveles de entendimiento. Es un proceso de análisis-síntesis constante. El creador es primero un observador que absorbe información: análisis (y podríamos incluso decir que esto se hace con un hemisferio del cerebro). Después el creador construye con elementos propios, usando las influencias culturales y produce un objeto nuevo: síntesis (con el otro hemisferio del cerebro).
Es entonces, estando la creación empapada del proceso analítico-sintético del creador y siendo entendida por al menos uno de los observadores, cuando yo la considero arte puro. Si el arte va a determinarse por los distintos niveles de apreciación que genere la obra, entonces ésta es una forma de definirlo. El arte es sólo arte cuando es motivo de interpretación personal. En otros códigos sociales, los integrantes de un gremio nos ponemos de acuerdo en establecer parámetros positivos o negativos, pero el arte es sólo apreciado individualmente. Nadie puede criticar lo que a otra persona (con otro nivel de entendimiento de los motivos creativos del artista), le parece bello.
Creo, que cuando partes del proceso de diseño, como bocetos, modelos de trabajo o trazos direccionales, son interpretados por ojos externos al creador, pueden representar arte puro para el observador. Pero se establecerá la relación estética, sólo cuando se entienda el mensaje que el creativo pensó cuando desarrolló la obra.
Una de las partes más excitantes, y en mi opinión quizá la más importante, dentro del trabajo del diseñador industrial, es la generación del concepto. La etapa en la que se definen las proporciones principales, el drama, la actitud, la expresión, la fuerza y en general, todos los valores suaves a través de valores duros. Es decir, cuando se definen los valores intangibles (carácter, drama, etc.) mediante la generación de formas que los representan: valores tangibles (ritmo, dimensiones, cóncavo/convexo, etc.).
Sé que en este caso se trata de satisfacer valores de ciertos grupos sociales a los que está dirigido el producto (lo que en marketing llaman el “target group”, o mercado objetivo), pero creo que el creador de la obra busca en la generación del concepto, satisfacer su propio gusto, con toda la exquisitez y refinamiento posible, mediante la producción de formas, con direcciones y tensiones específicas.
Quizá una diferencia clara entre el diseño y las artes plásticas puras, es el desarrollo de obras individuales. El diseñador muchas veces trabaja en equipo, cuando el artista plástico lo hace sólo. Pero en ambos campos, existe el momento creativo en el que se busca abrir un cajón del interior y buscar recovecos, responder preguntas y sacar algo, que quizá sin ser la respuesta misma, genere en el observador la necesidad inquieta de responder.
Esa etapa del proceso de diseño, en la que a veces nos alejamos de los parámetros pragmáticos, y nos concentramos en la creación de la personalidad del objeto, es la que yo considero de creación artística, en muchas ocasiones pura.
En la industria automotriz, cuyo soporte tecnológico es quizá uno de los más fuertes en el sector industrial, existe un proceso de creación de nuevos modelos en el que la producción se da el lujo de hacer experimentos y buscar conceptos completamente nuevos. En dicho proceso, hay una carga artística muy alta. Evidentemente hay niveles de creación y apreciación (y me molesta hablar de arte cuando se involucra la palabra mercado). Pero el proceso de creación individualista, en el que hay un creador satisfaciendo su gusto (incluso cuando no esté plenamente en acuerdo con el modelo pedido o sus especificaciones), se da con extrema plenitud en el desarrollo de un nuevo automóvil. Y se da de igual modo en industrias en las que los diseñadores presentan sus propuestas y las evalúan, para posteriormente tomar decisiones y pasar a etapas con mayor labor de ingeniería y otros procesos. Se da siempre y cuando, haya que escalar peldaños en un proceso de creación, y sea necesario descartar propuestas en la constante búsqueda del refinamiento.
Obviamente el diseño, como actividad profesional, implica una serie de consideraciones técnicas que van más allá de la creación puramente plástica, estética. Pero creo que en la medida que se dominen o incluso se dejen de lado (para ser atendidas por otros expertos del equipo de trabajo) estas restricciones que deben ser tomadas en cuenta para producir un objeto efectivo, no solo bello, se desarrollará un trabajo de diseño cargado de mayor aporte cultural.
Evidentemente estas consideraciones técnicas (ya sea de manufactura, de ergonomía o de funcionamiento), aportan en muchas coacciones elementos clave que al ser traducidos a eventos formales, generan mensajes que son apreciados por observadores más exigentes. Por eso, a veces se consideran obras de arte, productos con elaboraciones artesanales e ingenieriles altas, como el Ferrari 360 Módena o los relojes Patek Philippe. En otras ocasiones, cuando los objetos producidos logran involucrar profundamente al espectador por motivos de apreciación material, simplemente lo cautivan o arrebatan por su poder expresivo, como el gusto que solo tienen algunos vinos.
Creo que podría decir finalmente, que un objeto de diseño industrial, es arte, cuando - incluso aislado de su contexto - su fuerza expresiva y abstracta, genera en el espectador motivos para imaginar. Y cuando en su conjunto, el objeto logra ser una obra digna de la apreciación, generando más preguntas que respuestas en el espectador, cuando lo excita, cuando lo inspira.
“la imaginación es más importante que el conocimiento” –Albert Einstein.
Cuando como diseñador, me piden crear un objeto nuevo, o un rediseño, hay etapa de investigación y recolección de imágenes e información (muestras de materiales, tendencias, etc.). Después, una etapa creativa completamente destinada al desarrollo y generación de ideas. Es una etapa de búsqueda, que cuando es profunda a veces genera varios conceptos interesantes de los que el creador se enamora, pero que cuyo proceso comercial implica la selección de uno solo. A veces, estos conceptos previos, expuestos uno junto al otro, comparados entre si, representan una obra plástica deliciosa y de extremada belleza. Una belleza que reside quizá en la apreciación del trabajo de búsqueda que es sin duda la parte más interesante de todo proceso creativo y que a veces es mucho mejor que el resultado mismo. Por eso los bocetos, incluso de los grandes artistas, son a mi gusto, más hermosos que el resultado final, porque ellos representan el trabajo intelectual, el proceso mental del creativo y es cuando lo podemos entender e identificarnos profundamente con él.
Sería hermoso interrumpir el proceso de diseño para dejar a los ojos del espectador, las venas abiertas del creativo mismo, siendo sorprendido y expuesto en su proceso de síntesis. Muchas veces, casi todas, empezamos a diseñar sin saber en qué acabará el proyecto, cuál de los conceptos generados será el mejor, o simplemente el elegido por el cliente. Pero es eso, lo que me motiva para diseñar algo, el hecho de no saber a dónde voy a llegar, no saber qué parte de mí voy a explorar con determinado proyecto, sabiendo únicamente que será hijo de mi síntesis. Porque en el diseño, como en todo proceso creativo, lo importante es la búsqueda, no tanto ya el encuentro.
“si ya sabes el resultado de lo que vas a hacer, qué caso tiene hacerlo” - Pablo Picasso.
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