A partir del siglo IV, al prevalecer definitivamente el pergamino sobre el papiro, el codex sustituyó así al volumen y desde entonces ha constituido la forma habitual del libro. Las dimensiones de un códice es decir, el formato, en la edad media se llamaban forma, los códices se componían de cuadernos y estos se subdividían en hojas, papel y páginas. Por el "cuaderno" se entendía un fascículo de hojas cosidas en un solo manojo, por "folio" la hoja doblada en dos y consistente en cuatro carillas, por "página" la mitad de la hoja es decir una carilla y "cuaderno" un pliego de cuatro folios.
El códice medieval no tenía una página dedicada al título, al principio de la obra había una frase de inicio, en la cual no se nombraba al autor, algunos llevaban la frase de inicio en una página escrita con tintas de color y acompañada por motivos geométricos y arquitectónicos, las indicaciones del autor se ponían al final de la obra.
Cuando el escriba había acabado su trabajo empezaba el del rubricador, que escribía en tinta roja una lista de títulos de los capítulos y adornaba las letras iniciales de las frases con un trazo vertical. En cambio para asegurar la regularidad de la escritura y la armonía de la página se trazaban en el pergamino líneas horizontales y se delineaban los márgenes con dos líneas verticales en seco con una punta de metal.
Al final del siglo XII se empleó también tinta negra para trazar líneas, dado que el número de cuadernos que componían un manuscrito podía ser una fuente de desorden, los copistas procedieron a numerar los cuadernos en la ultima página. El procedimiento se conoce como "signatura", se numero también cada hoja con la letra del pliego al que pertenecía seguida del número progresivo de cada pliego.